Estadísticas deshonestas (II): RBI (Carreras Impulsadas)
Es una noción alimentada a través de las generaciones y que se ha fijado como absoluto
Bienvenidos a la segunda entrega de mi columna dentro del Boletín de Francys Romero dedicada a la sabermetría. Les recuerdo que la semana pasada comenzamos la serie “Estadísticas deshonestas” con una entrega sobre los juegos salvados. Aquellos que no la leyeron no deben preocuparse, porque los textos no tienen un orden fijo.
Aquí va la segunda edición, espero que la disfruten. Dejen sus comentarios al final o escríbanme sus sugerencias y opiniones a francysromeroboletin@gmail.com.
Las carreras impulsadas —o RBI— ha sido una de las estadísticas más decisivas para fans, escritores, periodistas, votantes a premios de MVP o Hall of Fame en Grandes Ligas y que, además de ser deshonesta, se ha malinterpretado su real uso dentro del juego.
“Depende del control del mánager, la posición del bateador en el “lineup, dimensiones del estadio y por último los corredores que estén en las bases”
Eso dijo Branch Rickey sobre el RBI.
Las carreras impulsadas incursionaron en el léxico del béisbol a partir de 1920, bajo la invención de Ernie Lanigan, escritor del New York Press por aquel entonces. Se introdujo en las hojas de anotaciones de la prensa y MLB no tardó en acuñarla como estadística oficial.
Automáticamente, y desde que entiendes el béisbol, la escuela tradicional te enseña que un bateador con el liderato en RBI y que guió un equipo hacia la postemporada es considerado MVP o está en la carrera por el ansiado premio. Así te lo enseñaron los narradores de televisión o radio que escuchabas desde niño y así se lo enseñaron a estos narradores, a su vez, cuando ellos eran niños también.
Es una noción alimentada a través de las generaciones y que se ha fijado como absoluto.
El epicentro de todo el universo que rige el RBI, es que es una estadística demasiado individual para depender tanto de múltiples componentes colectivos.
En el libro “Smart Baseball” de Keith Law se pone el ejemplo de Joe Carter en la temporada de 1990 con los Padres de San Diego. Carter bateó .232 con .290 de OBP (embasamiento) y aún así tuvo 115 RBI registradas. Sin embargo, Carter contó con una de las ventajas que hacen ilusoria a esta medida estadística: el embasamiento de los bateadores. Carter, quien estuvo de 5to bate ese 1990, tuvo delante a:
OBP
2do bate: Roberto Alomar (.340)
3er bate: Tony Gwynn (.357)
4to bate: Jack Clark (.441)
Ningún otro bateador en 1990 tuvo 542 corredores en base como encontró Carter al momento de ir al plato. La segunda mejor marca de corredores encontrados fue de 496, es decir, Carter tuvo un extra de 46.
Carter fue el tercer lugar en impulsadas, pero su promedio de RBI siembra el escepticismo de lo que pudo haber impulsado (él u otro) si hubiera sido más efectivo.
Existen otras explicaciones cognoscitivas para tratar entender el hecho del RBI engañoso. Por ejemplo: si un corredor anota se le apunta carrera anotada, y si es impulsado por un bateador, a ese bateador se le apunta carrera impulsada, pero en el valor real el equipo sólo obtuvo una carrera y no dos.
Sobre esto investigó mucho Bill James, considerado uno de los creadores de la sabermetría en sus Baseball Abstracts de los años 70 y 80 del pasado siglo. Ese valor necesita un fraccionamiento más justo, porque otra de las falsas nociones que ha creado el RBI es que el bateador que impulsa la carrera es el dueño de toda la gloria. No importa si el corredor construyó la carrera por si mismo, si robo una base, o si fue adelantado por otras conexiones de calidad. El RBI lo define.
El ya citado James dedica un capítulo (RBI Percentages) en su compendio anual “The Bill James Handbook” de 2020 al tópico del RBI, tratando de hallar una cura a todos los síntomas defectuosos. James dice: “Todo el mundo se queja del RBI, pero nadie hace nada por arreglarlo”.
James propone un promedio de carreras impulsadas en vez de un conteo de carreras impulsadas.
Por ejemplo, el bateador perderá un punto completo de RBI si no impulsa con corredor en tercera base y menos de dos outs. -0.70 si deja corredor en 3B con dos outs, -0.70 por corredor dejado en 2B, -0.40 por corredor dejado en 1B y -0.10 por ser puesto out el mismo bateador sin corredores en bases. Como mismo se sustrae el valor, se sumaría en caso de contar como RBI.
Tomando como prueba la temporada de 2019, tuvimos a Nelson Cruz impulsando 108 carreras en 222.0 oportunidades (.486 de promedio). José Abreu impulsó 123 (líder de la Liga Americana) en 302.3 oportunidades para .407. Juan Soto impulsó 110 en 279.6 oportunidades para .393.
El promedio de la liga fue de .326. Por lo tanto, podemos decir que:
+.440 (Impulsor MVP)
.440-400 (Impulsor estrella )
.400-350 (Impulsor por encima del promedio)
.350-325 (Impulsor promedio)
.325 (Impulsor mediocre)
Basados en estos datos, tenemos una idea más completa de lo que representan los estratos del RBI. En 2019, Cruz estuvo en la cima de la eficiencia con 14 bateadores que impulsaron más que él.
La materia deshonesta del RBI ha persistido por más de un siglo en el béisbol. ¿Qué sentido tiene regirse por un dato con “lados ciegos"?
De esa manera estamos siendo engañados por nosotros mismos. Hasta la próxima.
Tremendo análisis. Muy de acuerdo, creo q se debería tener en cuenta este análisis. Es más justo y nos da un verdadera referencia de calidad individual.